Diputado
y referente de La Alameda, ya donó 650 mil pesos desde que asumió como
legislador. Critica los salarios de “Emiratos Arabes” de la clase política.
Pide más políticas públicas contra el crimen organizado.
Por Diego Ezequiel para Revista Qué
“Nos
acercamos a hablar con Jorge Bergoglio luego de que sufriéramos 18 atentados:
era bastante común que nos rompieran los vidrios, nos pintaran esvásticas, y
recibiéramos agresiones físicas contra denunciantes y militantes. Como cada vez
las denuncias que nos llegaban eran más pesadas; temíamos terminar flotando en
el Riachuelo, pero queríamos avanzar”, cuenta el diputado Gustavo Vera a Quésobre
su relación con el hoy Papa Francisco.
El
mismo le abrió un 30 de diciembre la puerta de su despacho a este medio
mientras se desarrollaba una incautación de un lavadero de jeans esclavo en el
que colaboraron la mayoría de los militantes de La Alameda, la organización que
coordina y que desde hace años lucha contra el trabajo esclavo, la trata y el
narcotráfico.
Reconocido
por su militancia social y su amistad con el Sumo Pontífice, remarca a cada
momento su creencia en la política como un “bien común” -tal el nombre del
partido político que fundó- y cuestiona con énfasis los salarios “de Emiratos
Arabes” de la clase política argentina.
Traza
un balance positivo de lo que generó La Alameda, y reclama mayores políticas
públicas para terminar con el crimen organizado. “Sin una industrialización
mínima no es posible terminar con las mafias”, remarca.
-¿Y cómo se
termina con las mafias?
-En
la medida en que exista desocupación estructural, clientelismo, pobreza,
bolsones de vulnerabilidad, va a haber caldo de cultivo para las mafias. No
pasa sólo por denunciar judicialmente, encauzar bienes y reutilizarlos,
desmantelar las bases económicas de la mafia, sino que pasa por construir bases
de esperanza y futuro. Los jóvenes que terminan en la droga lo hacen por la
falta de esperanza en un proyecto propio, en la posibilidad de acceder a un
trabajo o una clase propia, y existe una clase política que vive en una nube de
pedo con sueldos de los Emiratos Arabes que no comprende, o tan sólo dice que
lo hace en tal o cual campaña.
-¿No hubo
industrialización en estos años?
-El
gobierno anterior cuando hablaba de industrialización no sé si se refería a La
Salada, a los talleres clandestinos, o a las empresas que armaban con
componentes importados. No hubo una industrialización importante, un
crecimiento del trabajo registrado de manera significativa y no veo de parte
del gobierno actual más que una idea de relanzar la política agropecuaria, que
abarca sólo a un tercio de la población económicamente activa.
-Luego de tantos
años en la militancia social, ¿por qué pasó al terreno electoral?
-Por
la temática en que trabajamos: la lucha contra las mafias, el trabajo esclavo,
la trata, el narcotráfico, nos encontrábamos todo el tiempo con redes de
complicidad que infestaban de alguna manera el aparato del Estado y eso no lo
podíamos transformar desde una ONG. Resolvimos involucrarnos en política en un
momento particular: cuando se constituyó UNEN, un frente heterogéneo pero con
un objetivo común: luchar contra la corrupción. Se presentó como una
alternativa al kirchnerismo y al macrismo en la Ciudad, que luego se rompió.
Una alianza como la que proponía Carrió con el PRO nos parecía que era
defraudar al electorado que nos votó.
-¿Qué diferencia
a Bien Común?
-Siempre
nos pareció un escándalo que la política no esté al servicio del bien común.
Eso es que cuando uno más responsabilidad tiene, más tiene que predicar con el
ejemplo. Nos parecen un disparate las condiciones de privilegio en que se mueve
la política: los salarios de Emiratos Arabes que existen comparados a los
salarios promedio de la población.
Lo
primero que hicimos fue mostrar el recibo de sueldo y presentar un proyecto
para que se equipare el salario de los legisladores al de un director de
escuela o de hospital público. Que se equipare no quiere decir que se reduzca,
también puede ser que se eleve el de los directivos. Lo peleamos bastante y
perdimos 47 a 4.
Consecuente
con lo que pensamos, mientras tanto, devolvemos el 60% del salario ante
escribano público a organizaciones de la sociedad civil, que no tienen
vinculación con La Alameda. Ya devolvimos 650 mil pesos.
-¿De dónde nace
esa vocación por lo social?
-Me
crié en una familia pobre. Mi papá es jubilado metalúrgico, mi mamá, enfermera.
Siempre tuvieron una actitud crítica frente a las injusticias y solidaria a la
vez. Casi toda mi infancia y adolescencia estuve en grupos scouts, en los que
aprendí los valores que tienen que ver con la solidaridad, el compañerismo, con
ayudar al otro, a los más necesitados.
-¿Qué
experiencia lo marcó?
-Por
un lado, la guerra de Malvinas y, por otro, el paro general de la CGT del 30 de
marzo, unos días antes. Recuerdo que iba a mi trabajo como peón de limpieza y
me encontré con esas movilizaciones que no pudieron llegar a la Plaza de Mayo.
Desde ese momento participé de un montón de marchas, y comencé a involucrarme
más políticamente, aunque más desde el lado sindical, del territorio.
Al
poco tiempo me recibí de maestro de grado. Lo soy desde hace más de 26 años.
Estuve afiliado a la Unión de Maestros Primarios (UAP), entidad madre de CTERA.
Luego estuve cercano al Partido Obrero y en los noventa integré Tribuna
Clasista donde colaboré en la lucha desde las fábricas.
-¿Qué mensaje ha
dejado La Alameda?
-La
Alameda se convirtió en una suerte de fiscalía para quienes tienen denuncias
para hacer pero no se animan por temor a una represalia: la gente sabe dónde
están los búnkers, los talleres clandestinos, los prostíbulos, los
desarmaderos. Esto nos permitió llegar desde el caso Salazar Nina hasta
entender cómo funcionaba la empresa de lavado de Stiuso, el crecimiento del
crimen en la época de Aníbal, las palancas fundamentales del narcotráfico, o
los prostíbulos en los departamentos de Zaffaroni.
Ahora
estamos en una especie de bonus track. Si tuviera que dejar de existir en una
semana, los libros de historia van a hablar de La Alameda como un factor
convulsivo que ayudó a instalar un montón de temas que estaban en los sótanos
de la democracia.
-¿Cómo proyecta
el armado político?
-Bien
Común pretende ser una herramienta al servicio del pueblo, no pretendemos
ningún cargo en particular. Nuestra aspiración es construir políticas públicas
para reconstruir la comunidad, al servicio del trabajo digno, la eliminación de
toda la “cultura del volquete”. (NdelaR: frase crítica de Jorge Bergoglio para
dar cuenta de que las personas que caen en redes de trata son consideradas
“desperdicios humanos” en el mundo actual).
-¿Cómo lo define
a Gustavo Vera?
-Es
díficil -ríe y piensa unos minutos-. Una persona que trata que la palabra y el
acto estén en armonía, de que lo que se dice con el pico, se sostiene con el
lomo, y que piensa que son imposibles los cambios culturales si no se empieza
desde uno mismo.
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LA NOTA COMPLETA EN LA EDICION IMPRESA N° 65 DE QUÉ.
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- “Francisco extendió nuestras banderas”
